Siria y por qué Occidente mira para otro lado

Tropas sirias en maniobras cerca de la frontera del Líbano

Siria es una potencia militar de Oriente Medio. Siria podría tener armamento nuclear. Siria atacaría Israel, aliado de los occidentales. Siria no es Libia

Desde que en 1949 el nuevo estado de Israel ganase la primera guerra árabe-israelí, los ejércitos de Egipto, Irak, Líbano y sobre todo de Siria sólo pensaban en volver a combatir, obsesionados por la humillación recibida al ser derrotados por un contingente militar mucho menor. Aunque en enero se había firmado un alto el fuego, nunca hubo tratado de paz con un reconocimiento de fronteras. La importancia de Siria y su ejército en las siguientes décadas de conflictos en la zona fue incrementándose tras las derrotas árabes de Egipto (península del Sinaí, 1967) y del Líbano (ocupación israelí del sur del país, 1978).


Siria gana influencia en el mundo árabe


Aunque Siria también sufre las consecuencias de la derrota de los aliados árabes, con la pérdida de los Altos del Golán, el cambio de estrategia de Egipto tras la nueva derrota aplastante y humillante en  la guerra del Yom Kippur (1979, acuerdos de Camp David), firmando la paz con Israel y abriendo la posibilidad de tener relaciones comerciales con el Estado judío, dejaba a Siria como la nueva potencia principal "pan árabe".

Esa firma de paz de Egipto con Israel fue la “tumba” de su promotor, el presidente Anuar el-Sadat, que murió asesinado por radicales islámicos que le consideraban un traidor durante una parada militar en 1981. Su sucesor, Mubarak, continuó la política iniciada por el-Sadat de alejamiento de la URSS, hasta ahora principal mentor de Egipto en la región y de acercamiento a los EEUU. La balanza con aliados de las superpotencias se desequilibraba del lado occidental. Los soviéticos llamaron, sin perder un minuto, a las puertas de Damasco.

Siria, la fuerza de la URSS en Oriente Medio 


Hafez Al- Assad, padre del actual sátrapa, estaba desde su golpe de estado en 1971 alineado en el bloque soviético. La oportunidad de adquirir mayor protagonismo al retirarse del bando la potencia árabe más significativa, Egipto, no fue desperdiciada. Todo lo contrario, con ese innegable apoyo soviético decidió ocupar el Líbano con la excusa de sustituir a la provisional “fuerza de interposición y pacificación” mandada por la Liga Árabe al país del Cedro, que vivía una guerra civil sangrienta donde luchaban todos contra todos, por cuestiones religiosas o políticas (falangistas cristianos, milicianos drusos, guerrilleros de la OLP…)

La ocupación Siria del Líbano, excepto el sur que estaba controlado por Israel, ha sido vista por muchos analistas políticos e historiadores como el hecho que introduce las guerras árabes-judías en el contexto de la Guerra Fría. Hasta entonces estos conflictos se consideraban más parte de una problemática regional que de la situación de tensión entre los dos bloques mundiales. 


Siria sabe nadar entre dos aguas


Acabados los elementos característicos de la Guerra Fría, con el desplome del bloque soviético, los sirios han realizado un claro papel de fuerza árabe, de potencia militar árabe intermediadora o desequilibrante de la zona. Más que nada porque desaparecía la superpotencia que manejaba los hilos geoestratégicos (incluso la URSS se había retirado de Afganistán poco antes de su caída). Su presencia en Líbano durante casi treinta años (los últimos soldados sirios se marcharon en 2005) ha supuesto para la dinastía al- Asad en el poder su “as en la manga”.

Apoyados por casi todos los países árabes, y por el ayatolá persa (Irán), su supuesta actividad como “gendarmes” de la región, para contrarrestar el poder israelí, les ha servido como garante durante décadas frente a lo que se conoce como panarabismo. Sin embargo, la retirada antes de lo previsto de Israel del sur del Líbano en el año 2000 puso a Siria en un aprieto, su ocupación del resto del país se justificaba sólo por la presencia judía y la ONU, Europa y los USA empezaron a presionar a Damasco para su marcha de suelo libanés. 

Al- Asad padre moría, precisamente, ese año 2000. Las aparentes reformas democráticas de su hijo, con la llamada “primavera de Damasco”, podían traer una mejora de relaciones con Israel como ya lo habían hecho Egipto y la vecina Jordania, retirándose de Beirut. No fue así, Bashar al-Assad entendió que mantener su presencia en Líbano seguiría siendo una posición de fuerza frente a la comunidad internacional.




La imposibilidad de frenar al tirano


A los sirios, Europa ya no comprará petróleo. Un leve bloqueo, pues el viejo aliado de los al- Asad, Rusia, ya ha anunciado que no secundará ese bloqueo y que mantiene las relaciones comerciales con el Estado sirio, pues es de las pocas naciones que está dando “margen de confianza” al asunto de Damasco, considerándolo por ahora cuestión interna de un país amigo.

Pues con el apoyo implícito de la poderosa potencia militar (Rusia, con fronteras geopolíticas cercanas), con la sospecha de tener armamento nuclear y con la certeza de que una intervención militar de la OTAN desencadenaría una guerra compleja, ya que el ejército sirio no es un “club” de mercenarios como era el libio, por ejemplo, la idea de ayudar a los ciudadanos manifestantes y a la oposición política de Siria de manera directa se hace más que imposible.




Publicado como artículo de actualidad en la revista de contenidos Suite101 el 5 septiembre de 2011

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